La comunicación es casi siempre un desafío. A veces hasta con tu mejor amigo podes tener un malentendido por querer decir algo y que sea interpretado de un modo distinto. A eso sumale una cultura diferente, la falta de confianza y hasta la falta de seguridad con otro idioma. Asegurarse de tener una buena comunicación con tus los padres anfitriones es de suma importancia.
Con mi primera familia en Alabama las expectativas de ambos lados quedaron muy en claro incluso antes de mi llegada a Estados Unidos. Intercambiamos muchísimos e-mails hablando de responsabilidades, intenciones y expectativas en general. Eso me hizo llegar a la casa muy segura. El desafío estuvo en tener que aprender a hacer las cosas a su modo, y este es un punto importante: cada casa es un mundo. Y es verdad. Tal vez tu modo de lavar la ropa no sea el modo en que ellos lo hacen. Tal vez las cosas que para vos son super naturales, para ellos si lo son. Y lo importante esta en adaptarse: sos vos viviendo en la casa de ellos.
Con mi segunda familia en Seattle todo fue sumamente relajado y prácticamente no tuve que adaptarme a demasiadas cosas. No sé si fue porque ya era mi segundo año pero había muy pocas cosas que sentí a las que tuve que adaptarme. De hecho tuve que “deshacerme” de algunas costumbres que había absorbido en la casa anterior porque a ellos parecía no hacerles ninguna diferencia.
Mi tercer año en New York fue el desafío. La tercera es la vencida, o algo así. Hablamos muchas veces de expectativas y mis tareas pero aun así parecía que del lado de mi familia anfitriona algunas cosas seguían quedando poco claras. Eso me produjo cierto malestar. Viví con dos familias antes y nunca había tenido ese “problema”. Y si bien a veces me daba mucho enojo, sabía que lo mejor era sentarse y dejar, nuevamente, las cosas en claro. Encontrar ese punto en el cual todos nos sintiéramos cómodos. Para mí, yo hacia todo lo que era esperado y necesario. Mi madre anfitriona tal vez esperaba más.
La mejor recomendación que me dieron fue dejar todo por escrito además de charlarlo. Los cambios de horarios y tareas pueden ser causa de conflicto pero lo que está escrito es la prueba a la cual debes volver siempre. Nunca desde una posición de defensa ni de ataque, sino simplemente dejando en claro que es más cómodo para vos saber que estas cumpliendo con tus deberes del modo correcto y que si hay algo que tenes que ajustar, haya una confianza para aclararlo. Nadie es adivino así que hay un solo camino: la comunicación.
Por más de que cueste, hay que hacerlo. A mí me frustran los cambios repentinos y la espera a que uno adivine exactamente como quieren que las cosas sean hechas, pero paciencia ante todo. Es mejor sentarse, hablarlo y que anoten absolutamente todo y en letra clara (o tal vez otra buena idea es mandarse emails así no hay confusiones) lo que se supone que debemos estar haciendo y como. Ante el menor ajuste, volvemos a lo escrito.
Melani Galzerano
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